Oración
Con la oración ocurre lo que con la levadura que fermenta la masa o con una antorcha que alumbra una habitación. Así es la oración: ilumina y fermenta toda nuestra vida y nos hace crecer en nuestro interior. Dios se convierte en un Alguien en nuestras vidas y no es sólo una «idea» sin vida. El diálogo continuo con Dios se vuelve parte de nuestra vida cotidiana.
El Papa Francisco nos marca cuatro puntos esenciales que son las características fundamentales de una oración Cristiana:
- La oración es sobre todo escucha y encuentro con Dios. Los problemas de todos los días, entonces, no se convierten en obstáculos, sino en llamamientos de Dios mismo a escuchar y encontrar a quien está de frente. Las pruebas de la vida cambian así en ocasiones para crecer en la fe y en la caridad. El camino cotidiano, incluidas las fatigas, adquiere la perspectiva de una “vocación”. La oración tiene el poder de transformar en bien lo que en la vida de otro modo sería una condena; la oración tiene el poder de abrir un horizonte grande a la mente y de agrandar el corazón.
- En segundo lugar, la oración es un arte para practicar con insistencia. Jesús mismo nos dice: llamad, llamad, llamad. Todos somos capaces de oraciones episódicas, que nacen de la emoción de un momento; pero Jesús nos educa en otro tipo de oración: la que conoce una disciplina, un ejercicio y se asume dentro de una regla de vida. Una oración perseverante produce una transformación progresiva, hace fuertes en los períodos de tribulación, dona la gracia de ser sostenidos por Aquel que nos ama y nos protege siempre.
- Otra característica de la oración de Jesús es la soledad. Quien reza no se evade del mundo, sino que prefiere los lugares desiertos. Allí, en el silencio, pueden emerger muchas voces que escondemos en la intimidad: los deseos más reprimidos, las verdades que persistimos en sofocar, etc. Y sobre todo, en el silencio habla Dios. Toda persona necesita de un espacio para sí misma, donde cultivar la propia vida interior, donde las acciones encuentran un sentido. Sin vida interior nos convertimos en superficiales, inquietos, ansiosos – ¡qué mal nos hace la ansiedad! Por esto tenemos que ir a la oración; sin vida interior huimos de la realidad, y también huimos de nosotros mismos, somos hombres y mujeres siempre en fuga.
- Finalmente, la oración de Jesús es el lugar donde se percibe que todo viene de Dios y Él vuelve. A veces nosotros los seres humanos nos creemos dueños de todo, o al contrario perdemos toda estima por nosotros mismos, vamos de un lado para otro. La oración nos ayuda a encontrar la dimensión adecuada, en la relación con Dios, nuestro Padre, y con toda la creación.
En el camino a la Santidad es esencial la renovación de estructuras y expresiones caducas de la Iglesia que están llenas de expresiones individualistas y responder con una espiritualidad de Pueblo de Dios.
Les contamos que hemos trazado algunas líneas que les ofreceremos durante el año: la lectura orante de la Palabra, la liturgia de las Horas, el Orar con el magisterio, Rosario contemplativo entre otros.
